Ciudad jardín sin corazón.

Fusagasugá, la ciudad jardín de Colombia que se quedó corta en jardines, y no solamente en eso, sino en el amor por el territorio de cada Persona que vive en el municipio.

Por: William Cerquera

Me quedo con la incertidumbre de saber cómo medir el amor de los fusagasugueños hacia estas tierras que tanto ofrecen pero que proporcionalmente, reciben como si fuesen mendigos sucios y malolientes – sin el ánimo de ofender y/o ser discriminatorio, es solo un ejemplo - las migajas de apenas unos cuantos actos de misericordia como el de las viejitas que cuidan sus maticas y del “juntos si podemos” que siembra sus durantas, una marca personal de todas las alcaldías a lo largo y ancho del país, cuestión de rentabilidad.

Y ni hablar de los vecinos que por pereza o por astucia, decoran nuestras calles con las heces de sus perros, para que luego cualquier pobre diablo las pasee con su suela, o, de los que sacan la basura el día que no pasa el recolector, ah valiente gracia.

Sin embargo, hay cosas mucho más peores. Como amoblar el espacio público con el sofá viejo, roto, mordido por el perro o por las ratas que dejan en cualquier potrero, y, sin desmeritar la imagen del mueble abandonado, el sofá está más presentable que esa maleza, basura y unos cuantos ranchos que se montan los “ñeritos” para “pegarlo” o para hacer sus “4:20”, mientras que un carro de una familia de paso, trata de sobrellevar uno que otro hueco -dependiendo del sector- observa detenidamente estas galerías de arte urbano que se puede encontrar en esta ciudad decadente.

Como muchas ciudades, en Fusagasugá se pueden encontrar los diferentes parques de recreación pasiva, lujosos centros comerciales de cine Mark y cine Colombia, disfrutar de los espacios arqueológicos de la ciudad y por supuesto de sus museos y estatuas que embellecen y realzan ese patrimonio histórico que tanto amamos. ¡Oh! Me acorde que este tipo de cosas se ven precisamente, en otras ciudades.

Pero no nos sintamos mal, tenemos un ecoturismo de envidia a otras regiones del departamento, paramos, reservas naturales, quebradas, ríos -¿Cómo el que trataron de canalizar para construir Pekín, o, como el cuja que ahora está contaminado?- sitios paradisiacos de los que estamos tan orgullosos que se nos olvidan por un instante que también hacen parte de la ciudad, y son tomados por algunos como lugares merecedores de visitar y por otras personas como potreros de expansión, en donde han levantado una que otra casita - lo que hace falta el delimitar el páramo-. Mas por falta de interes, y también por promoción la mayoría de los habitantes desconocen el peligro que están expuestos estos tesoros naturales a eso que uno cuantos ven bueno como “explotación petrolera y de ahí para abajo, cuantas denominaciones y clasificaciones usted quiera aprender.

Pero si hablamos de aprender, resaltamos las joyitas de los colegios públicos y privados que en su mayoría son la juventud del municipio: la que representa el futuro, la que trae innovación, ideas y vislumbra con ese amor infinito por su ciudad, tanto, que en situaciones como entonar el himno, lo que más se oye es el silencio perturbador no se sabe si por pena o por no saber algo tan sencillo como una estrofa que a la final parecen turistas escuchando un himno ajeno. ¡Pero abramos la mente! Que en el siglo XXI esas pequeñeces son vanas y seamos mas modernos – dicen algunos - como esa frase que ponen en los letreros de actividades sociales “queremos un país en paz” y esos mismos que escribieron la frasecita del día, están rompiéndose la jeta a la salida; lo mismo pasa con esto de querer a Fusagasugá, nos inflamos escribiendo hermosas frases sobre ella, alabando sus clima, sus paisajes, la gente y publicando foto en redes sociales y todo lo demás… ¡pero! Eso si cuidado botan la basura en las canecas, recogen las heces de sus perros o que le digan al dueño de las busetas o de cualquier carro, que respete las señales o no se pase los semáforos; o al borracho que no se orine en la calle, o a los mismos estudiantes que no dañen su colegio.

Sin ser fusagasugueño, aun no entiendo si el significado del himno de este municipio tiene coherencia a la realidad, o simplemente son palabras de añadidura para hacer bonito un evento. O, aun mas, si ese sentido de pertenecía es para las cartillas de los colegios o los discursos que se oyen más aun en estas temporadas.

Aun mas, me he puesto a pensar si verdaderamente el amor a una ciudad radica en cantar el himno, en sembrar maticas, o incluso más, no votar la basura en las calles; y por ello he llegado a concluir que amar a Fusagasugá también implica llegar a los corazones de los que vivimos acá, ayudar a aquellos niños que nunca saben que es tener regalos un 24 de diciembre y mucho más triste, no saben que es estudiar o al menos gozar de algunos pocos privilegios que se dan algunos jóvenes en pleno siglo XXI. Amar a esta ciudad en crecimiento, es por lo tanto en pocas palabras saber no solo cuidar nuestra cuadra y el barrio, a los vecinos, niños y niñas, sino también en saber elegir bien, porque duélale a quien le duela, el amor empieza desde casa, y no podemos seguir eligiendo a personas que han vendido el amor por su ciudad, que no podemos seguir viviendo siendo cómplices de los que siguen ensuciando el nombre y las calles de Fusagasugá.

Porque aunque no seamos fusagasugueños de nacimiento, el solo hecho de vivir en esta ciudad, nos hace hijos de esta tierra que durante años ha sufrido y seguimos maltratándola. Es hora de amar de verdad a nuestro pueblo, hacer a esta ciudad como dice algunas partes del himno “pueblo hermoso noble y generoso (...) Cubierta de honores y de gloria te vemos (...) jardín floreciente Fusagasugá” sigamos luchando porque lo que este entre comillas sea realidad.

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